domingo, 17 de agosto de 2008

Lo que ves es lo que soy




(Imagen: Las musas inquietantes - Giorgio de Chirico 1917)


El silencio dispara tu mente al laberinto de tus miedos, construye ficticios muros imposibles de salvar y extingue la voz de tu corazón a manguerazos de responsable verborrea. Las dudas que se trasforman en heridas deben ser curadas con gasas de curiosidad, impregnadas de intenciones de descubrir la verdad. No basta con abandonarlas en el laberinto a su suerte, porque su huella y rostro siempre volverán a aflorar.

A nadie más que a ti tienes que rendir cuentas de tus actos, así que deja asomar la encubierta y viperina lengua y no temas disparar a matar. De los errores se aprende a virar a tiempo el timón e inmovilizar, con carácter y personalidad, los temores que ralentizan tu latido vital. Tu esencia es la única capaz de detener el destino cuando se cruza por tu camino, convirtiendo en muchas ocasiones a nuestra parte racional, en un lastre que no nos permite atrapar el tren.

Así que solo nos queda mostrar las entrañas para que nos abran el corazón y para intercambiar secretos, sueños e intenciones. Uno se debe poder mirar al espejo y decir “Lo que ves es lo que soy”

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