sábado, 28 de julio de 2007

Mi viaje hoy no tendrá Fin



(imagen: pintura "MAIN IN THE BOX" de George Claire Tooker-1967)

El sudor resbala por mi frente sin ni siquiera poder levantar las manos para evitar que caiga. Prisionero de otros infelices que viajan junto a mi, compartiendo rostros de cansancio, la falta de brillo en nuestros apagados ojos, la desilusión de un nuevo día vivido mas de mil veces, esos bostezos que te hacen estremecer.

Por algo que no llego a comprender la tensión aumenta por momentos, discusiones, empujones y sobresaltos se reparten a diestro y siniestro, al parecer un afortunado viajero, de esos que aposentan sus posaderas con el objetivo de alargar su letargo hasta llegar al tajo, hace gestos de apearse. El libre asiento se convierte en un instante en el mayor tesoro, en la única oportunidad de darle un giro a la situación, la posibilidad de ser el protagonista adorado por unos pocos y despreciado por la gran mayoría, en donde poder ojear el ya arrugado periódico que un amable y desconocido joven me obligo a coger y cargar con él durante todo el viaje. No fueron pocos los que probaron suerte pero solo podía quedar uno, la experiencia y ese cambio de ritmo, de lo cansino a lo sorpresivo, fueron decisivos para que una anciana mujer derrotase a los osados que la intentaron vencer.

Yo solo anhelo llegar, así que empiezo a elaborar mí plan de fuga, buscando posibles huecos y evitando alejarme de la puerta aunque para ello tenga que jugarme el tipo. Parece que hoy será relativamente fácil escapar, que no será necesario dar más de tres o cuatro empujones. Me siento tranquilo por primera vez desde que sonó el despertador, hace ya un largo rato. A la siguiente se termina esta agonía.

El tren empieza a reducir su velocidad al encarar la ultima curva antes de mi parada, y tieso como un pepino me agarro a la puerta para ser el primero evitando así algún sofocón. ¿Pero que coño pasa?, ¿el tren se ha parado?, ¿solo veo una pared? Reacciono lo más rápido que puedo pidiendo a gritos y con ayuda de manos, cuerpo y cabeza, que me abran paso. Pero cuando parece que todo acabado, que ya puedo sentir el caliente oxigeno del andén, una manada de infelices, con rostro de cansancio, sin brillo en los ojos y con la desilusión de un nuevo día vivido mas de mil veces , suben al vagón sin dejarme poner pies en suelo firme.

Mi viaje hoy no tendrá Fin.

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