De los brotes que han surgido de mis entrañas en este último soplo de vida, ha salido un manto oscuro, profundo y maloliente del que ya mi hada, a veces conciencia, proclamaba la existencia. Por mucho que revuelva y agite mis recuerdos quizás lo borre de mi mente porque no sé como llego allí. Quizás fue una ingesta voluntaria como el que toma un veneno, pero no de los que mata, sino de los que duerme, atonta y te permiten abanderar el víctimismo, o fuese disuelto en mi garganta cuando aún solo fijaba mis cimientos, en tiempo de sueños y pesadillas nocturnas, en donde la ignorancia repicaba en la inconsciencia del cachorro.

Pero el cazador de tesoros sumergido bajo el mar, no se queda pasmado preguntándose; ¿Como llego aquí este reluciente baúl? Su curiosidad dispara su adrenalina, su necesidad de saber que esconde ese misterio encontrado y cómo este descubrimiento puede cambiar sus acontecimientos de aquí al próximo suspiro. 

Así que desconfiado como felino agazapado, decidido y entusiasta agito a manotazo limpio el deshilado manto, ahuyentando lágrimas saladas, removiéndome con escalofríos linfáticos y provocando un nudo en la garganta que parece que ahoga pero solo aprieta y aprieta. Desnudo frente a los míos enseño pecho y corazón a la par, diluido en lágrimas sinceras y destapando sin tapujos lo que hace no mas de dos chasquidos, fue un secreto de estado ¡¡Tengo sentimientos!!, ahora si que me puedo considerar algo más humano, aunque me siga colgando de vez en cuando de los arboles mas altos mientras me rasco el trasero con la misma gracia y desvergüenza que un simio. Deseo compartir mis pálpitos mientras ausculto atentamente a los que consideré solo sombras y que ahora, con cada uno de sus latidos que florece en mis oídos, provocan que el telón de hielo suba. Mi misión es conseguir mantenerlo fuera del alcance de mi timidez para conseguir que los rostros, ojos y manos que parece que por momentos vislumbro, se clarifiquen en colores, formas y matices.